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Hay crisis sociales, políticas, económicas, ambientales, vitales. Por tomar algunos ejemplos “los indignados” de España, los enfrentamientos de EEUU con Siria, fenómenos naturales arrolladores, desde el tsunami hasta las inundaciones locales. Las crisis económicas que se dan cíclicamente en Argentina, corralito, inflación; la inseguridad que se experimenta si a uno o a un vecino le robaron. Pero también, al cumplir 30,50, 65 o 70. O, desgraciadamente contraer una enfermedad que nos impida realizar nuestras actividades cotidianas. Pueden ser estas motivaciones que desencadenen crisis.
Puede darse la circunstancia de que una crisis nos invada de manera tal que el aparato psíquico no pueda más que quedar impedido de dar respuestas adecuadas, así “factor sorpresa” la falta de preparación para detectar situaciones imprevistas, que son las que ayudarían a activar reacciones rápidas para poder al menos protegernos, nos imposibilita anticiparnos.
Anticiparse. Esa es clave creo yo para poder luego afrontar de distintos maneras y con más recursos estos difíciles momentos. En cada crisis hay algo único, irrepetible, lo llamo, “condición subjetiva”, esto es, como cada quien atraviesa esa “crisis” con las características que se presentan y lo más importante que podrá (o no) hacer en función de ese atravesamiento.Esta condición subjetiva podría definirse como punto capital, ya que tiene que ver con la capacidad de responsabilizarnos por nuestras respuestas ante tales crisis. Poder analizar opciones y sus características, si estamos dejándonos arrasar por estar paralizados, si conviene agazaparse y esperar. Esta última es una respuesta pasiva que en crisis puede ser útil, no así la primera opción que nos deja viendo pasar la vida como en una película.
Como psicoanalista sostengo una apuesta ética. Acompañar un proceso de tratamiento de estas condiciones subjetivas. Apuntando a facilitar a quien acude a la cita analítica a que tome cartas en el asunto que le ocupa, que pueda activar una respuesta propia, única, decidida.
Esta me parece que es la manera más efectiva para atravesar la crisis de cada uno a su manera. Apartándose de juzgamientos morales inconducentes. Y poder apostar a que se genere un saldo de saber enriquecedor en la experiencia de enfrentarla.
El camino hacia lo genuino
Cuando notás que te pasa algo que te hace sufrir ¿qué hacer? A veces lo soportamos a costos muy elevados para nuestro quehacer cotidiano. A veces no nos damos cuenta, a veces cuesta querer darse cuenta, otras veces lo dicen, lo señalan los demás.
Ante esa circunstancia hay varias alternativas que nos permiten elegir qué hacer.
En la actualidad “hacerse el distraído” es una opción facilitada por la inmensa cantidad de dispositivos que nos permiten hacer aparentemente de todo, cuando en realidad no hacemos más que pasar el tiempo. Redes sociales, los smartphones, los videojuegos, la televisión, etc. o hacer cualquier actividad que nos evite encontrarnos con lo que nos angustia.
Otra de las respuestas posibles y que en la actualidad se estimula, es acudir al uso de los psicofármacos, hoy en día reina la búsqueda de respuestas rápidas, efectivas y eficaces. Pero es bueno saber que los psicofármacos utilizados sin el control debido, sin el establecimiento de un uso estratégico, no cumplen por sí con esas pretensiones y pueden llevar al uso abusivo. Por otro lado, no debemos olvidar que es una herramienta que ayuda a disipar “síntomas” pero no los resuelve.
También muy propio de esta época es caer en un consumo desmedido, que se transforma de a poco en adictivo, desde compras que nos ilusionan de conseguir el objeto que nos hará feliz, hasta el uso de drogas que no hacen más que adormecer nuestro potencial, e intoxicar el cuerpo. Generan ilusiones efímeras de poder infinito, que cesan con el efecto, es decir tampoco resuelven.
Y pese a las alternativas nos encontramos con la angustia, con el sufrimiento, inexorable en la vida, pero ¿qué hacer?
Quien elige acudir a un tratamiento o análisis se habilita a comenzar a transitar un camino. A través de las señales que nos da la angustia, se irá modelando qué es eso qué podemos hacer para no evadirnos de ella e ir encontrando lo que nos conecta con aquello, que da razón a nuestro ser.
El psicoanálisis es una experiencia que invita a quien se decide a buscar aquello que lo caracteriza, aquello que así como lo representa, le genera molestia, contrariedad, disgusto.
El analista se ofrece a escuchar, el analizante tiene la posibilidad de decir libremente todo lo que tiene para decir sin ataduras, ni miramientos morales. Así es que el psicoanalista acompaña al analizante a emprender un camino dirigido hacia la búsqueda de lo más singular de uno, el deseo,que es lo unico que hace de la vida algo digno de ser vivido.
En ese recorrido emprendido y sostenido muchas veces volvemos a pasar por el mismo lugar. Sólo que cada vez uno ya no es el mismo que pasó la última vez.